El Cóctel de la Felicidad es una receta para ser más positivo. Parece ser un hecho consumado que se puede enseñar a nuestro cerebro a ser más optimista. Sin embargo, el cerebro es como un músculo y necesita ser ejercitado regularmente. Te voy a proponer diferentes tipos de ejercicios que he practicado. La idea no es necesariamente que las hagas todas, sino que elijas las que más te hablen para que puedas componer tu propio Cóctel de la Felicidad.
IDENTIFICAR LOS PENSAMIENTOS NEGATIVOS
Antes de querer cambiarlo todo para convertirte en una persona súper positiva, es importante ser consciente de tu negatividad y saber identificarla. Para ello, puedes intentar identificar los pensamientos negativos que te vienen a lo largo del día (y verás que son muchos porque tenemos unos 50.000 pensamientos al día). Cuando observas un pensamiento negativo, el comentario más aceptado es el de Transformadores de pensamientos positivos.
Por ejemplo:
“Mi tren se retrasa otra vez, voy a llegar tarde a casa, y tendré que correr para recuperar todo ese tiempo perdido, m1rd%& …”
Si tratamos de ver el lado positivo de esta situación puede llegar a ser:
“¡Voy a utilizar este tiempo para hacer avanzar mi libro!”
Tómate un minuto en varios momentos del día para hacer este pequeño proceso y verás que poco a poco tu cerebro lo hará por sí solo (¡como un niño grande!).
¡LO SOLUCIONAMOS! TIRARAMOS LO NEGATIVO
Como hemos visto anteriormente, muchos pensamientos negativos provienen de nosotros mismos, pero afortunadamente no somos responsables de todo. También es importante identificar las fuentes negativas externas y sacar el escudo para que no nos alcancen.
Por ejemplo:
“Tu tía abuela, que se queja todo el día de la lluvia (porque está mojado y no puede salir), del sol (porque hace demasiado calor y no puede salir) pero también de la gente en la calle (porque no le gusta la gente y no puede salir)…”“Las continuas noticias en tu teléfono que te envían una alerta para decirte que ha habido 4 atentados en Turquía, un hombre asesinado con un cuchillo en el mercado donde haces tus comprar, una niña secuestrada en una guardería de tu localidad, un terremoto en Seúl, que los impuestos van a subir el mes que viene y que las carreteras van a ir a 80 km/h…”
Intenta limitar estas interacciones en la medida de lo posible. No te digo que dejes de ver a tu querida tía, sé que te encanta que te cuente todos los cotilleos del barrio (¡y tú conoces a la vecina….! ¿No, no la conoces? ….). Tampoco te digo que dejes de ver las noticias. Sólo tienes que ser consciente de que la acumulación de todas estas pequeñas cosas puede influir en ti, en tu estado de ánimo y en tu moral. Así que aprende a limitarlas. Cuando veas a tu tía y veas las noticias, ¡no te duermas delante de “Investigación Criminal”!
Y sobre todo, rodéate del mayor número posible de personas positivas; la alegría de vivir es contagiosa.
MEDITACIÓN
Entraré en más detalles sobre la meditación en un próximo artículo, pero a mí me ha ayudado mucho. Cuando empecé, establecí un pequeño ritual cada noche en el que me tomaba unos minutos para hacer los últimos 3 ejercicios de este artículo y luego algo de meditación. Para empezar la meditación, aconsejo que elijas música que te guste y te ayude a relajarte.
Comienza la sesión… Pongo la música, me pongo los auriculares para estar realmente en mi burbuja, ajusto el sonido (no demasiado alto). Respiré profundamente tres veces. Recuerda que siempre debes exhalar más tiempo del que inhalas para relajar los músculos al máximo. Y luego hago un escaneo corporal de mi cuerpo empezando por los pies hasta la cabeza. Me di cuenta de que cuando mi atención se centraba en una parte de mi cuerpo, esa parte se relajaba de forma natural. Lo hice hasta la cara, tratando de relajar cada micropartícula de mi cuerpo. Al final de la canción, dejaba los auriculares y el teléfono y me dormía tranquilamente.
Me gustó mucho este método porque el mecanismo de sonido fue muy efectivo para mí. Al tercer día, cuando empecé con la música, me relajé instintivamente. Mi cerebro asoció inmediatamente el sonido con un momento de relajación. El hecho de sentir cada parte del cuerpo me permitió tener la mente concentrada en ella y limitar (¡digo limitar!) la invasión de pensamientos incesantes.
Para cada uno de los siguientes ejercicios, es mejor anotar todo en un pequeño cuaderno, al menos al principio. Puede que no lo vuelvas a leer, pero ver las cosas por escrito hace que sea más fácil integrarlas.
COSAS POSITIVAS DEL DÍA
Al final del día, tómate el tiempo de escribir al menos 3 cosas positivas que te hayan ocurrido durante el día. Puede ser cualquier cosa, desde “Me ha gustado tener tiempo para desayunar en la terraza esta mañana” hasta “Mi jefe me ha dado un gran aumento de sueldo” (¡ajá, no escribirás eso todos los días!). Los primeros días te puede costar encontrar 3 cosas pero verás que a medida que avanzas te vas dando cuenta de más y más. Porque tu mente estará más atenta a “la gran puesta de sol en el aperitivo” o a “la bonita mariposa que se ha posado durante unos minutos en tu muñeca”.
GRATITUD
Este ejercicio se basa en un principio similar al anterior. Nos hacemos la pregunta “¿Por qué estamos agradecidos o por qué o por quién podríamos sentir gratitud hoy?” y anotamos la(s) respuesta(s) en nuestro cuaderno.
Por ejemplo:
“Estoy muy agradecido a este amigo que se tomó el tiempo de escucharme y aconsejarme sobre mi situación”.
“Estoy muy agradecido a este autor que ha escrito este libro que me ha gustado mucho.
MI LISTA DE DESEOS
Tómate regularmente 5 minutos para hacer una lista de todas las cosas que te gustaría hacer a largo plazo. La idea es volver a conectar con tus deseos, y escribirlos para darles valor.
Por ejemplo:
“Quiero empezar un blog de desarrollo personal, hacer un jardín y volver a montar en bicicleta”.
Escribirlos hace que seas consciente de tus deseos y verás que no te costará conseguir algunos o todos.
Te aconsejo que seas bastante regular en la práctica de estos ejercicios, (¡ten por seguro que no te estoy pidiendo que los practiques todas las noches de la semana a las 23:18 precisamente!) Se dice que se necesitan 21 días para que una acción se convierta en un hábito. Por mi parte, fui muy regular durante los dos primeros meses y hoy me doy cuenta a menudo de que, al final del día, hago una lista de todo lo que fue agradable.
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