Históricamente se han observado e implementado diversos cambios en el ámbito educativo como parte de la búsqueda de mejorar las condiciones de adquisición del proceso de enseñanza-aprendizaje en niños, niñas y adolescentes. Sin embargo, en la actualidad la palabra ha adquirido gran relevancia en diferentes ámbitos y entornos, y el académico no es la excepción.
Bajo este contexto, se puede afirmar que la inclusión es una respuesta que surge ante la necesidad social de reconocer la diversidad que existe entre cada persona sin transgredirla o limitarla, destacando entonces sus capacidades y habilidades, potenciando así las fortalezas y trabajando sobre las áreas de oportunidad; en adición, conlleva a una integración social que promueve una formación integral de un ser humano. Implementar diversas estrategias educativas bajo el marco de la inclusión ha significado un reto y un cambio en los paradigmas existentes sobre la enseñanza tradicional; en la actualidad se han desarrollado diversas herramientas que permiten a las y los estudiantes hacer uso de las TIC´s, por ejemplo.
Al aludir el término inclusión resulta casi inevitable relacionarlo con el concepto de necesidades educativas especiales (NEE), siendo estas las que presentan los alumnos y las alumnas a lo largo de su escolaridad, y que implican ayuda pedagógica de tipo personal, técnico o material para el logro de los fines educativos (Fernández, C., Arjona, P. & Arjona T., 2011). Cuando un alumno o alumna precisa algún tipo de ayuda adicional o diferente a “la norma” se puede hablar de una necesidad educativa especial. Hasta la primera mitad del siglo XX se distinguía una marcada diferencia entre el sector considerado “normal” y la población que era considerada deficiente o incluso incapaz de adquirir nuevos conocimientos. No fue hasta la década de los 50’s cuando se empezó a considerar a los factores sociales y ambientales como parte del proceso de aprendizaje, destacando así la importancia e influencia del entorno sobre el cual se desenvolvía persona sobre las habilidades que iba adquiriendo, incluso se hizo una separación entre el concepto de educación especial y el de trastornos del aprendizaje (Universidad Internacional de Valencia, 2010).
Niños, niñas y adolescentes con necesidades educativas especiales.
Las causas que generan una NEE son distintas, pero se destaca la presencia de factores psicológicos, físicos y/o biológicos. Y, de no trabajar sobre sus fortalezas, los síntomas o características que parten de ellas se acrecentan, bloqueando un desarrollo adecuado sobre los campos antes mencionados e impactando sobre lo social al presentar dificultades para relacionarse o integrarse en un grupo, de igual forma, se tiende a inhibir la identificación de las necesidades propias del sujeto. Las niñas y los niños con alguna NEE se caracterizan por presentar un rendimiento por debajo o muy por encima del promedio en áreas como el desarrollo intelectual, social y psicoafectivo, y careciendo de habilidades sociales. La adquisición del lenguaje y la comunicación también se ven afectados.
De este modo, se puede resaltar que la presencia de crecimiento humano surge como consecuencia de la satisfacción de las necesidades propias de cada persona, sin son cubiertas, existirá también la presencia de un progreso social dentro de la búsqueda de independencia y autonomía.
Aún queda una gran brecha por recorrer entorno a la inclusión de diferentes poblaciones a las aulas y/o a la enseñanza “tradicional o regular”, sin embargo, cabe destacar que dichas adecuaciones permitirán que un mayor grupo de personas tengan acceso a los distintos métodos de enseñanza llegando así a alcanzar su máximo potencial que les permitirá el desarrollo de autonomía, disminuyendo las poblaciones consideradas de riesgo y/o con algún rezago académico. Desde nuestra trinchera, es imprescindible cuestionar los métodos de enseñanza aplicados a sectores jóvenes y ampliar el canal de comunicación forjado entre educadores y educadoras, padres y madres de familia y alumnado, dando siempre un seguimiento individual y reconociendo el beneficio de las adecuaciones en el desarrollo personal dentro de lo colectivo. Existen grupos aún en desventaja que mantienen un riesgo constante de ser discriminados de forma consciente o inconsciente, por tanto, es crucial resignificar el término “especial”, dejando de comprenderlo como algo negativo o relacionado con algún trastorno, debido a que en múltiples ocasiones únicamente corresponde a la respuesta de un contexto que puede resultar enriquecedor y lleno de nuevos desafíos o, por el contrario, desalentador y con múltiples obstáculos.
En conclusión, independientemente de si un/una estudiante requiere alguna necesidad educativa especial, es decir, no encasillando a una persona o a un grupo en un sector determinado, resulta esencial recordar que todas y todos poseemos diferentes estilos de aprendizaje y hacemos uso de distintos tipos de inteligencia, no hay una regla que determine una norma entorno a cómo se debe aprender o enseñar, resulta indispensable respetar y celebrar la diversidad de cada persona haciendo uso de múltiples materiales y adecuando los contenidos educativos a las necesidades de cada uno a cada una.
Cabe señalar que en el ámbito educativo actual, el término que se utiliza ya no es el de NEE, si no, las Barreras para el Aprendizaje y la Participación, BAPS. Evitando así sesgos discriminatorios. Por otro lado, dentro de las instituciones educativas, los docentes y pedagogos, no recibimos una formación que de respuesta a las BAPS, de tal manera que, son los psicólogos, docentes de educación especial y trabajadores sociales, quienes se incorporan a las escuela para trabajar con los niños/as que las presentan. No obstante, de manera personal, siempre he creído que su trabajo es el que menos favorece la inclusión, ya que lo que hacen es, literalmente, sacar a los niños/as de las aulas para “trabajar con ellos/as”.
Gracia por incluir dentro se sus análisis este aspecto educativo tan polémico.
Cabe señalar que en el ámbito educativo actual, el término que se utiliza ya no es el de NEE, si no, las Barreras para el Aprendizaje y la Participación, BAPS. Evitando así sesgos discriminatorios. Por otro lado, dentro de las instituciones educativas, los docentes y pedagogos, no recibimos una formación que de respuesta a las BAPS, de tal manera que, son los psicólogos, docentes de educación especial y trabajadores sociales, quienes se incorporan a las escuela para trabajar con los niños/as que las presentan. No obstante, de manera personal, siempre he creído que su trabajo es el que menos favorece la inclusión, ya que lo que hacen es, literalmente, sacar a los niños/as de las aulas para “trabajar con ellos/as”.
Gracia por incluir dentro se sus análisis este aspecto educativo tan polémico.