¿Crees que estar enfermo/a tiene alguna ventaja? Inicialmente podríamos pensar que no, pero, aunque no lo creas sí tiene unas cuantas. Un beneficio que aporta la enfermedad es el incremento de atenciones y cariños que recibimos durante ese proceso. Otro podría ser la suspensión temporal de nuestras obligaciones, pues la enfermedad no nos permitiría desempeñarlas como usualmente lo hacemos.
Podemos decir entonces, que el beneficio de estar enfermo/a es recibir cuidados y cariños de las personas que nos quieren, además de no tener que cumplir con nuestras responsabilidades y sin represalias al respecto. Viéndolo de esta forma, hasta nos dan ganas de enfermarnos de vez en cuando ¿no crees?
Pero preguntémonos, ¿Por qué sólo cuando enfermo recibo atenciones y cariño? ¿Por qué es conveniente para mí vivir una situación incómoda para recibir algo a cambio? La respuesta a esto es que la enfermedad se vuelve algo que aspiramos, una forma de escape y de encontrar seguridad. Esto es una ganancia secundaria; una actitud, consciente o inconsciente, que sabemos en un principio es desagradable o incluso dañina, pero que me genera algún beneficio (protección, evitar el fracaso, conseguir atención o apoyo, comodidad, etc.). Y esto podría explicar porqué a veces caemos enfermos/as, porqué se prolonga la enfermedad o porqué evitamos mejorar. Pues tememos que, al mejorarnos, aquellas personas que nos brindan su apoyo se vuelvan a distanciar.
Ya que hicimos una breve reflexión, y reconociendo que esto es algo que hemos puesto en práctica o hemos pensado en hacer. Ahora reflexionemos si esta práctica la llevamos a nuestras relaciones afectivas.
Veámoslo en un ejemplo; Teresa y José son dos adultos jóvenes que llevan casados 13 años, pero su relación es de más años. Hoy en día, su comunicación es muy hostil y hay peleas constantes por situaciones cotidianas, incluso están presentes infidelidades por parte de José. Teresa piensa muy en el fondo que deberían divorciarse, pero no lo externa. ¿Por qué no separarse? Porque dejar la relación implica un proceso de duelo, el cual es doloroso, implica empezar de nuevo de manera solitaria, implica el temor a algo desconocido. Aquí la ganancia secundaria es evitar quedarse sola, y no verse obligada a empezar desde cero.
Por lo tanto, también podemos encontrar ganancias secundarias en la forma que llevamos nuestras relaciones afectivas y/o sexoafectivas;
Evadir la responsabilidad de nuestras acciones y decisiones
En ocasiones se nos presentan dilemas en las relaciones (una infidelidad, un desacuerdo en la forma de pensar, una modificación del estatus relacional, etc.) y la toma de decisiones puede ser muy abrumadora, para evitarnos eso, buscamos razones o excusas para no enfrentar esa conversación difícil y quedarnos en nuestra zona de confort que, en el fondo, no nos genera un completo bienestar.
Elegir el papel de víctima
Por experiencias pasadas, no nos atrevemos o no aprendimos a pedir adecuadamente nuestros deseos o necesidades (pedir ayuda, cariño, palabras de afecto, etc.) y optamos por requerirlo como queja, reclamo o a través de la lástima. Porque sabemos que de esa manera obtendremos compasión, simpatía o atención de otra(s) persona(s), pero con un costo muy grande.
Evitar conflictos
Tenemos la creencia de que una relación sana o “perfecta” es aquella que carece de conflictos, pero no hay nada más alejado de la realidad. Todos y todas tenemos nuestra propia visión del mundo y no siempre estaremos de acuerdo con las demás personas, eso incluye a nuestras relaciones. Entonces, decir que sí a todo a pesar de que no esté cómodo/a con algo sólo por el hecho de mantener el status quo, a la larga genera más problemas que soluciones; poner límites, hacer acuerdos y debatir puntos de vista diferentes (con asertividad) son factores importantes, pero, sobre todo, necesarios para una relación sana.
Obtener una ganancia hace que un comportamiento, pese a ser dañino o desagradable, sea difícil de cambiar pues ésta promueve una resistencia al cambio que puede impedir tomar decisiones y efectuar cambios. Pero no siempre se trata de renunciar a la ganancia secundaria, sino de ser conscientes de ella y encontrar nuevas formas de adquirirla, formas en las que no pongamos en peligro nuestro bienestar ni nuestra integridad. Para ello es importante primeramente reconocerla, y después preguntarnos ¿esta ganancia es una necesidad o un deseo? ¿qué ocurre en mi vida cuando aparece? ¿qué pasaría si ya no obtengo ese beneficio? Y, finalmente, asumir la responsabilidad de las elecciones que hago, así el cambio será cada vez más fácil de afrontar.