En ocasiones cuando un familiar, la pareja o ser querido se enferma o requiere de ser cuidado tras una operación o alguna intervención clínica, brindarle ese cuidado es una manera de demostrar nuestro cariño o afecto. Pero, ¿qué sucede cuando nos convertimos en cuidadores de ese alguien querido por efectos de alguna enfermedad crónica o discapacidad?
Entendemos que un cuidador/cuidadora es aquella persona que se hace cargo de alguna persona con algún nivel de dependencia, ésta persona puede ser un familiar (madre/padre, hija(o), etc.), personal de salud o voluntario(a). En éste artículo, nos enfocaremos a los primeros: los familiares, denominados como cuidadores informales.
Se estima que un 85% de los cuidadores informales son mujeres que dedican una importante actividad diaria al cuidado de sujetos con dependencias o discapacidades permanentes. Dicho cuidado dependerá de la persona y sus circunstancias, lo que provoca que por un tiempo se tendrá que reorganizar actividades diarias para adaptarse a la nueva situación: la llegada de un nuevo bebé, el cuidado de un adulto mayor, algún familiar con problemas de salud, discapacidad temporal o prolongada, etc.
La labor del cuidador es poco visible y reconocida socialmente, ya que por lo regular (e independientemente si se realiza por voluntad y cariño) se ve ésta actividad como una “obligación”, o se asigna el rol dependiendo de ciertas creencias/prácticas culturales como: el orden y rol entre hermanos, estado civil, o actividades que se realizan dentro de mi rutina que se pueden o no sacrificar.
Sin embargo, tener en cuenta la salud física y mental del cuidador principal es demasiado importante, ya que influye directamente en la atención que le va a brindar a la persona que cuida, y es por eso que es necesario que no se descuiden en ningún momento sus propios cuidados. Para entender un poco mejor de ese autocuidado, te invito a dar click aquí para ir a nuestro artículo sobre autocuidado.
El trabajo del cuidador requiere de esfuerzo físico, mental y emocional, en ocasiones, la persona está poco capacitada para llevar a cabo ciertos cuidados especiales que pudiera requerir la persona a cuidar, y por ende le lleva aún más esfuerzo para poder adquirir esos conocimientos y/o habilidades. Tener a consideración nuestro autocuidado como personas cuidadoras nos evitará de un burnout, que a su vez nos impedirá de seguir cuidando del otro.
Recuerda que es normal sentirse cansada(o)/frustrada(o) después de un largo día de cuidados y actividades personales, y es válido darte tu tiempo y tu espacio para descansar, así como realizar otras actividades de ocio y diversión. Cuidar de tu salud física, mental y emocional de la forma en que a ti te convenga mejor no te hace de una mala persona ni un(a) mal(a) cuidador(a). Al contrario, tu bienestar te permitirá cuidar de mejor forma a la otra persona: desde tener más energía para llevar a cabo tareas físicas, hasta poder tomar decisiones de forma clara y tener mayor control de la situación.
¿Cómo cuidarme si soy cuidador?
-Establece horarios para tus comidas. Pueden ser los mismos que la persona que cuidas en caso de que pueda comer por sí solo(a); compartir las comidas con otra persona también puede ser un buen espacio para el diálogo fuera de los cuidados o la rutina para los mismos.
-Procura no ser la única persona cuidadora: se vale ser el cuidador principal, pero también es válido y necesario organizarnos con otras personas (familiares o personas de confianza, incluso puedes disponer de algún profesional de la salud especializado ciertos días a la semana) para “cuidar por turnos”. Esos espacios “libres” los podrás destinar a tu descanso u otras actividades personales o de tu interés.
Así mismo, puedes apoyarte de otras personas para otras actividades que no sean de cuidado como la limpieza del hogar, la lavandería, despensa, o incluso compañía.
-Realiza una actividad de tu interés al menos 30 min. por día: lectura, caminata breve o ejercicio ligero, escuchar de tu música favorita o adelantar un capítulo de tu serie favorita, meditar, tener una sesión express de skin care en casa o de masaje, etc.
-Organiza tus tiempos. Para esto es importante dimensionar la “gravedad” de nuestra realidad, por lo que es posible que existan personas que requieran de una organización más estructurada, y habrá quienes se puedan dar más libertades, el punto es no descuidar de nuestra salud y que al menos nos tomemos 5 min. al día para auto-observarnos y atender alguna necesidad nuestra antes de seguir atendiendo a la persona bajo nuestro cuidado.
-Reconoce tus límites: tanto personales como para las demás personas. Está bien ser el cuidador personal (como ya se mencionó), pero también podemos indicar cuando alguna actividad ya es excesiva para nosotras.
-Frecuenta a tus amistades. Quizá el estar cuidando de otra persona nos impida salir a reuniones sociales, sin embargo, podemos seguir frecuentando a nuestras amistades a través de redes sociales, llamadas o videollamadas. Inclusive podríamos hacer pequeñas reuniones en nuestro hogar si nos es posible.
-Apoyo psicológico. Cuando el cuidado se ha vuelto parte de nuestras vidas y que además estamos lidiando con alguna enfermedad crónico degenerativa, el acompañamiento psicológico también nos es demasiado útil y a veces indispensable para reforzar herramientas de autocuidado y resilientes o bien, adquirirlas. O simplemente, puede ser un espacio de confianza para hablar sobre aquello que no hablamos con otras personas, ya sea por desconfianza, vergüenza o creencia de que no podrán comprender nuestra situación.
Reiteramos que nuestro autocuidado no es egoísta, es importante sentirme bien para cuidar del otro.
Si eres una persona que en éste momento está cuidando de otra persona y consideras que aún no sabes cómo poner en práctica ciertas actividades de autocuidado, además de platicarlo en un espacio con un profesional, no dudes de contactarnos a través de nuestras redes sociales y agendar una cita con alguno de nuestros profesionales, con gusto atenderemos tu consulta.
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