Podemos decir que el autoconcepto es la imagen que cada uno/a crea sobre sí mismo/a. Esta imagen no sólo se refiere a algo visual, es también un conjunto de ideas y constructos que nos definen consciente e inconscientemente.
Particularmente, el autoconcepto también está influenciado por las interacciones que tenemos con otras y otros individuos, por lo tanto, a medida que crecemos o envejecemos, nuestro autoconcepto se vuelve más detallado.
Entonces, tomando en cuenta lo anterior, podemos hacer la afirmación de que el autoconcepto es estable, pero al mismo tiempo cambiante; pues evoluciona con el tiempo, pero lo hace de manera escalonada gracias al contexto y a nuestras vivencias.
En algunos momentos del desarrollo humano, el autoconcepto puede cambiar abruptamente, por ejemplo; en la adolescencia comenzamos a ver y percibir nuestra realidad de forma diferente que en la infancia. Estas crisis, en ocasiones son definitorias para darle un rumbo diferente a nuestra persona, por ende, a nuestro autoconcepto.
Factores que determinan el autoconcepto
Carl Rogers, psicólogo humanista, menciona que el concepto de sí mismo/a se compone de tres factores:
La imagen de ti mismo/a: ¿Cómo me veo?
No siempre la autoimagen coincide con la realidad; puedo verme con muchos atributos que otras personas no ven en mí, o, por el contrario, aumentar mis defectos.
Sobre todo, la autoimagen se ve influida por mis experiencias y por las personas que me rodean en ese contexto (amistades, familia, grupos de pertenencia), entonces es una combinación de mis ideas y mi personalidad, con lo que me dicen los y las demás de mí.
La autoestima: ¿Cuánto me valoro?
Esta hace referencia a qué tanto me gusto, me acepto a mí mismo/a. La autoestima implica cierto grado de evaluación personal, entonces puede ser tanto positiva como negativa.
Diversas situaciones afectan la autoestima: compararse con otras personas, compararse consigo mismo/a en diferentes etapas de desarrollo, etc.
El Yo ideal: ¿Cómo me gustaría ser?
Parte del autoconcepto también incluye lo que queremos ser. Y muchas veces la manera en la que nos vemos no coincide con lo que nos gustaría ver.
Constantemente buscamos esa congruencia entre mi Yo real con el Yo ideal. Darnos cuenta de que no coinciden puede ser frustrante, aquí la clave es ser conscientes de nuestras capacidades, pero también de nuestras deficiencias, para construir un autoconcepto, en combinación con mi autoestima y mi autoimagen, alcanzable y certero con el que me pueda sentir a gusto.
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