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¿Existe la crisis de los 20? Te decimos cómo reconocerla.

La transición en la vida de miles de adolescentes a la vida adulta ha implicado un gran reto. Entre los 20 y 30 años se presenta la conocida crisis de los 20 años o la crisis del cuarto de vida, es decir, se abordan los cambios que representan el paso de la juventud a la adultez y todo lo que simbólicamente traen consigo. Para el individuo comienza a abrirse un nuevo panorama lleno de nuevos retos que pueden resultar atemorizantes, desencadenando una sensación de inseguridad o de desorientación. 

En adición, la presencia de redes sociales en la actualidad ha dificultado que los adultos situados en el rango de edad previamente mencionado logren plantearse una visión objetiva y ajustada a su contexto entorno a su futuro. Por otro lado, se crea una expectativa en ocasiones inalcanzable basada en una imagen generalizada y distorsionada de cómo “debe” vivirse dicha etapa y, como consecuencia, al no ser cumplida la profecía trazada se desencadenan sensaciones de frustración, fracaso, tristeza, etc.

Continuamente se hace presente una comparación entre lo que se tiene o lo que se ha logrado y lo que se muestra en redes, pero sin considerar el sesgo implícito en este contenido puesto que sólo se muestra una imagen sobre una vida aparentemente ideal llena de logros, viajes, reuniones, etc., manteniendo oculto lo comúnmente asociado a lo negativo y encasillandolo en algo no ideal o indeseable.

La forma en que se transite por este periodo va a depende de diversos factores, principalmente de las herramientas y estrategias de afrontamiento que haya adquirido y forjado el individuo a lo largo de su vida, el entorno en el que se desenvuelva, las experiencias vividas hasta ese momento y las redes de apoyo con las que cuente. 

Juventud vs. Adultez.

Socialmente, se ha trazado la imagen de que la juventud es el periodo caracterizado por la rebeldía y en ocasiones inmadurez e irresponsabilidad donde las equivocaciones son válidas y se viven como parte del proceso. Por el contrario, la adultez adquiere tintes encaminados al desarrollo personal, la autonomía, la responsabilidad y la madurez, en donde resulta casi implícito tener la certeza del rumbo qué se quiere y debe tomar y las acciones que permitirán encaminarse a él, resultando casi imposible la posibilidad de errar. 

Si bien, conforme una persona va creciendo va experimentando diversos cambios a nivel biológico (cognición, a nivel hormonal), afectivo y social, no existe una regla qué delimite el momento y la forma precisas bajo las cuales ocurren. Además que resulta imposible imaginar una transición inmediata y súbita ante el nuevo panorama planteado. 

Elementos atribuidos a la adultez qué causan la crisis de los 20.

Hemos resaltado ya algunos de los principales motivos qué desencadenan la crisis del cuarto de vida correspondientes a una serie de factores englobados en las áreas biológicas, psicológicas, afectivas y sociales. En conjunto, pueden llevar a un adulto joven a manifestar inconformidad con su presente e incluso con los logros qué haya generado hasta el momento, cuestionado su valía y aperturando un panorama casi desolador sobre el futuro. 

A nivel social va a destacar el cuestionar la solidez de los vínculos establecidos hasta ese punto y en ocasiones, algunas de las relaciones de amistad o incluso de pareja pueden llegar a disolverse. Adicionalmente, existe un bombardeo constante, en redes sociales principalmente, de conocidos/as que han comenzado o decidido iniciar una familia, casarse, etc., convirtiéndose en una constante presión sobre lo que “se esperaría” debería alcanzar una persona. 

Referente a lo psicológico, la en ocasiones desconocida identidad personal evita que el individuo pueda percibir su realidad como segura, presentando ansiedad sobre el panorama futuro e incluso estrés ante las exigencias y expectativas propias y sociales a cumplir. Como se  señaló previamente, se compara constantemente la vida propia con otras dentro de su entorno y se cae en la invalidación de los logros alcanzados. 

Un factor crucial es la búsqueda de independencia y autonomía en varias esferas, destacando la emancipación familiar y económica, derivando en algo casi necesario: la integración al mundo laboral. Este se ve igualmente afectado por la incertidumbre sobre el ingreso a algún trabajo o la insatisfacción sobre lo que se tiene, anhelando una mejor oportunidad que se refleje en un mejor sueldo, mayor comodidad, con mejores horarios, etc.

De forma emocional, la sensación de insuficiencia ya sea académica o laboral es muy intensa debido a que se comienza a cuestionar si lo estudiado realmente satisface a la persona o  la posibilidad de haber cometido un error está latente, incluso se tiende a reflejar en la duda constante sobre propia capacidad de aplicar todo lo adquirido durante la etapa académica en diferentes ámbitos de la vida diaria, sobre todo en el trabajo.

La importancia de un proyecto de vida.

Con todo lo mencionado previamente se puede comprender el porqué inicia esta crisis, ¿pero qué se puede hacer ante ella? El anticipar un proyecto de vida e irlo trabajando constantemente resulta fundamental puesto que permite contemplar una imagen sobre la vida que se quiere tener y las acciones necesarias para lograrla. 

Ante este plan es indispensable recalcar la presencia de metas realistas y propias, siempre enfocadas al contexto de cada persona y contemplando elementos como:

  • Rasgos de la personalidad 
  • Competencias 
  • Fortalezas
  • Debilidades
  • Habilidades
  • Intereses y gustos 

Recuerda que para que esta “crisis existencial” no se incremente, debes considerar flexibilizar las metas que te vayas planteando, clasificándolas en corto, mediano y largo plazo dependiendo de su complejidad y/o lejanía. La paciencia y el reconocimiento sobre todo lo logrado y aprendido va a ser pieza clave para enfrentar este periodo de la vida y obtener nuevas herramientas en el proceso

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