Los pensamientos intrusivos son ideas repetitivas con la capacidad de alterar nuestro bienestar cuando se piensa constantemente en ellos. Son pensamientos disfuncionales y desagradables que aparecen de forma habitual; nos producen ansiedad y nos desconcentran.
Si no los atendemos o los gestionamos adecuadamente, pueden convertirse en el centro de todo y absorber nuestra tranquilidad y equilibrio mental.
Muchas veces estos pensamientos son irreales o que van en contra de la lógica o racionalidad, y se expresan empezando por un “debería…”, “necesito…”, “tengo que…”. Por lo tanto, se puede volver complicado identificarlos.
¿Cómo identificar pensamientos intrusivos?
Una forma rápida de identificarlos es por lo repetitivos que son; ya que incluso cuando intentamos evadirlos, a veces permanecen en la mente más tiempo del que nos gustaría.
Otra forma eficaz de reconocerlos es que, como mencionamos, vienen acompañados de malestar e irracionalidad. Además de una constancia que repercute en la realización de actividades cotidianas e incluso no permite que otros pensamientos fluyan.
Los pensamientos intrusivos también pueden ser catastróficos:
- “¿Qué pasa si no cerré bien la puerta de casa al salir?”
- “¿Y si muero atropellado cruzando la calle?”
¿Cómo gestionar los pensamientos intrusivos?
En ocasiones este tipo de pensamientos automáticos son un síntoma de algo, por lo que un primer paso es ir a lo profundo de este pensamiento y descubrir el origen para trabajar en él desde la raíz. Este proceso no tenemos porqué hacerlo en solitario, podemos pedir ayuda de un profesional en la salud mental.
Ya que los identificamos, observamos cómo se presentan y conocemos su origen, nos puede facilitar el detenerlos. Aquí algunas técnicas para ello:
Desvincular el pensamiento
No decidimos lo que llega a la mente, pero sí podemos seleccionar lo que nos interesa que se quede ahí.
Así que, cuando llegue el pensamiento, no luchemos contra él, dejemos que entre y salga. Como una visita inesperada que recibimos en casa; le abrimos la puerta y le preguntamos a qué vino y nosotros decidimos si acceder a eso o no.
Esta técnica es de práctica, así que no desesperes si las primeras veces tiene poco éxito, sé autocompasivo/a contigo.
Ejercicios de concentración y autocontrol
Practicar la meditación y el mindfulness nos ayudan a desarrollar paciencia y autocontrol sobre los pensamientos y sobre la información que recibimos de nuestro entorno. Pues focalizamos la atención en otras áreas que brindan mayor bienestar.
Ejercicio físico
La mente está trabajando todo el tiempo, si nos mantenemos en un estado pasivo, ésta busca una forma de sacar esa energía que tiene para trabajar. Entonces hay que invertir la energía en algo que ayude a tener claridad y relajación. Practicar ejercicio físico cotidianamente nos ayuda a esto y puede reducir la intensidad de los pensamientos recurrentes.
Dedicarle un momento al día a ese pensamiento intrusivo
Algunos pensamientos intrusivos tienen origen en una preocupación o algo que es necesario atender. Generalmente estos pensamientos son los que aparecen con más frecuencia y no los dejamos ir tan fácil. Entonces podemos dedicarles unos 15 minutos al día; siempre a la misma hora y en el mismo lugar a pensar exclusivamente en ello. Podemos incluso anotar alguna reflexión al respecto, pero en cuanto pase el tiempo que asignamos, no volveremos a darle oportunidad al pensamiento de que aparezca, sino hasta el siguiente día y hora asignado.
Pedir ayuda
No atender los pensamientos intrusivos puede ser contraproducente, pues toda nuestra energía mental se vuelca en ellos y podemos sentir que no hay salida.
Si trabajar en tus pensamientos intrusivos te está costando mucho esfuerzo y sientes que es algo muy abrumador, no tienes por qué hacerlo solo/a. Puedes atenderlos con el acompañamiento de un profesional en la salud mental; a través de psicoterapia se puede descubrir su origen o causa y aprender más herramientas que nos ayuden a mantener una higiene mental eficaz.