La responsabilidad per se nos habla de ser conscientes de toda acción que realizamos, que tienen consecuencias y que cada uno de nosotros y nosotras debemos hacernos cargo de ellas. El concepto de responsabilidad afectiva tiene origen en los movimientos poliamorosos de los años 80 en Estados Unidos; se habla de la ética, el respeto y el cuidado de las emociones que debe tener cada parte en una relación sexo-afectiva que va más allá de la monogamia.
Tener vínculos saludables
Hoy en día es frecuente que se busque una relación libre, y esto muchas veces se toma como sinónimo de que la relación es libre de compromiso. Libertad no es opuesto a responsabilidad, se trata de enlazar los dos valores para que las relaciones libres, o de cualquier modalidad, sean una posibilidad de autonomía y no de opresión.
Entonces, un vínculo sano, en especial en las relaciones de pareja, se debe crear desde el amor y la aceptación del otro/a tal y como es, toca asumir el compromiso del respeto y cuidado de las emociones propias y las de la otra persona. Esto significa que debo tener en cuenta las consecuencias de mis acciones en los sentimientos de la otra persona, antes de tomar una decisión que puede afectarla.
Es importante aclarar que tener responsabilidad afectiva en todos nuestros vínculos no evita el sufrimiento, pero sí el dolor innecesario; se trata de hacerse cargo de lo que uno/a hace y dice, de enfrentar situaciones agradables y desagradables, y además de hablar con sinceridad, incluso cuando una relación ya no puede ser.
Compromiso, negociación y empatía
También es cierto que ser responsables da miedo, porque implica compromiso y cuidado. Pero ejercer la responsabilidad afectiva involucra negociar y ceder; se establecen acuerdos con las personas involucradas, donde es probable que nadie obtenga al 100% lo que desea, pero la intención es que nadie sufra innecesariamente.
La empatía es clave para lograr relaciones más sanas; ser una persona empática quiere decir que se tiene la capacidad de captar y entender lo que siente y piensa la otra persona. Esta capacidad la poseemos todos y todas en diferente medida, pero es necesario que la pongamos en práctica, nos ayuda a comprender que nuestra interpretación de los hechos no siempre es la mejor. Por eso es importante mantener la mente abierta, evitar los prejuicios y ser tolerante ante una idea diferente.
Si alguien es víctima de irresponsabilidad afectiva, no debe tener miedo, no está solo/a. Debe enfrentar la situación de manera asertiva, clara y honesta, desde la empatía, la autovaloración y el amor propio. Y si necesita ayuda para superarlo, que no dude en pedirla, hablar sobre lo que nos desagrada y nos duele ayuda más que dejarlo guardado en nuestro ser.
Hay que analizar constantemente el impacto que tienen mis acciones y mis palabras en la otra persona, esto es un trabajo de todos los días. Al igual que dejar espacio para que el/la otro/a sea libre; está bien que nos amemos y queramos estar siempre con esa persona, pero somos seres independientes y debemos respetar nuestra individualidad.
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